lunes, 7 de junio de 2010

visiones elípticas

…de mi noche llego una luz clemente, filtrada a través de cristales de otra tarde, traía la calidez de cuerpos bajo las sabanas, una luz en la sombra abrazada a sueños desnudos.
…de mi noche llego el edredón de mis ganas, de mis ansias, hacia tu encuentro, llego a la cima de una sensación, se convirtió en rasguño de caricia, en mordisco, en beso, en locura, en deseo, y trate de retenerlo en mi mente mientras mi piel destilaba tu recuerdo…
…de mi noche llego el fotograma de tus músculos tensos, y me deshago al notar cuando mi espalda es el eco de tus caricias, de cuando el color que inunda todo es la continuación de tu mirada, de cuando mi mente es tu presencia…de cuando mis manos sufren amnesia total, anestesia parcial de otra cosa que no seas tú….


Habitaciones separadas

Está solo. Para seguir camino
se muestra despegado de las cosas.
No lleva provisiones.
Cuando pasan los días
y al final de la tarde piensa en lo sucedido,
tan sólo le conmueve
ese acierto imprevisto
del que pudo vivir la propia vida
en el seguro azar de su conciencia,
así, naturalmente, sin deudas ni banderas.
Una vez dijo amor.
Se poblaron sus labios de ceniza.
Dijo también mañana
con los ojos negados al presente
y sólo tuvo sombras que apretar en la mano,
fantasmas como saldo,
un camino de nubes.
Soledad, libertad,
dos palabras que suelen apoyarse
en los hombros heridos del viajero.
De todo se hace cargo, de nada se convence.
Sus huellas tienen hoy la quemadura
de los sueños vacíos.
No quiere renunciar. Para seguir camino
acepta que la vida se refugie
en una habitación que no es la suya.
La luz se queda siempre detrás de una ventana.
Al otro lado de la puerta
suele escuchar los pasos de la noche.
Sabe que le resulta necesario
aprender a vivir en otra edad,
en otro amor,
en otro tiempo.
Tiempo de habitaciones separadas.
Luis García Montero